Una fantasía que no muere

Este medio siglo del asesinato de Kennedy saca a relucir el culto a la personalidad de aquel hombre joven, guapo, inteligente y carismático. Desde el principio, se le idealizó, con toda aquella propaganda de una administración Camelot, como si, más que un presidente, fuera un rey benévolo y sabio. Con el tiempo, hemos comprobado que su «reino» tuvo más de fantasía que de realidad, con un lado personal oscuro y un aspecto público siniestro.

Nunca sabremos qué hubiera logrado en el resto de su primer término y en una probable segunda incumbencia.  Pero, si algo ha estado claro todos estos años es que «el gobierno permanente», ese «complejo militar-industrial» del cual advirtió Eisenhower, probablemente responsable de la muerte de Kennedy, no le hubiera permitido hacer mucho en contra de sus grandes intereses económicos e imperiales.

Tanto es así que no lo dejaron concluir su primer término.

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