Compras compulsivas

El titular de prensa «Arrancan lentas las ventas navideñas» es sintomático de dos cosas. La primera es el eterno lloriqueo de los comerciantes, para quienes las ventas nunca son suficientes. Los comerciantes son sempiternos quejosos, inconformes con su ganancia, aves de mal agüero. La segunda es reflejo del desmedido afán de consumo que nos aqueja. El barómetro del bienestar económico es el gasto en bienes de consumo. Todo se reduce a comprar y gastar. Las tiendas se abarrotan de unos inventarios totalmente desproporcionados al tamaño del país, geográfico y poblacional, y la precaria situación económica por la que se atraviesa hace siete años. Entonces se pretende que la gente compre como endemoniada, pues, de lo contrario, «la cosa está mala».

La cosa está mala, en gran parte, precisamente por el consumo desenfrenado que lleva a muchos a la quiebra personal.

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