Juego limpio

Las figuras de autoridad caen por doquier. La desconfianza ciudadana crece como el malojillo, ante las muestras reiteradas de que funcionarios y entidades de todas clases incumplen sus deberes éticos y legales. Ya no se puede creer ni en los resultados del beisbol. En una situación insólita, esta semana, los árbitros de dos partidos de Grandes Ligas se equivocaron claramente al emitir decisiones. En el primer caso, no se adjudicó un cuadrangular, que la repetición de la grabación mostró. En el segundo, se permitió un cambio de lanzador de una forma contraria a lo que dispone la regla sobre ese particular. En ambas situaciones, como ocurre invariablemente, se argumentó vehementemente para que los árbitros rectificaran, pero ello no dio resultado, prevaleciendo el error.

Resulta muy significativo que la gerencia del beisbol organizado en Estados Unidos se haya visto obligada a admitir públicamente ambos errores, y en el caso del cambio impropio de lanzador, se haya suspendido por dos juegos al árbitro principal que lo consintió. Durante demasiado tiempo, el beisbol ha mantenido la autoridad absoluta de los árbitros, aun ante claras equivocaciones.

Ha llegado el momento de que se imponga la verdad y se haga justicia en el terreno de juego. La autoridad solo debe estar basada en la adjudicación correcta de lo que ocurre en canchas y parques de juego. De otra manera, no es legùtima ni merece ser respetada.


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