El racismo no muere

El racismo ostensible no muere. Es un virus moral, resistente a la razón y al amor al prójimo. Dos ejemplos recientes lo confirman. En Florida -- ese «paraíso terrenal» de muchos puertorriqueños -- dos empleados de una pizzería Papa John's se burlaron de un cliente negro por el monto de la propina dada en una entrega a domicilio, utilizando el epíteto nigger, el más ofensivo del amplio repertorio racista. Al gerente no le quedó otro remedio que despedirlos, aunque quizá él mismo comparta ese prejuicio.

Al otro lado de mundo, en Suráfrica, hay un par de aldeas de gente blanca que, con la excusa de conservar su «cultura y tradiciones» se han convertido en enclaves de la exclusión de otras razas, es decir, tienen un apartheid local. Alegan que ellos no discriminan, sino que «diferencian», y que prefieren vivir con sus semejantes. La democracia surafricana es tan fuerte que se da el lujo de permitírselo.

Yo los velaría...por si acaso.

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