Un «circo» de oración

Contrario a mucha gente, me gusta hablar de política y de religión; preferiblemente, de ambas a la vez. Por eso , no puedo dejar pasar la ocasión de comentar el espectáculo bochornoso de un grupo de «cristianos» que hace un par de días, a las afueras del Tribunal Federal, montó un «circo» de oración a favor del senador Héctor Martínez, a quien se juzga por corrupción. Aquí se ha puesto de moda invocar al Señor cada vez que agarran a alguien con las manos en la masa, corporal o fiscal. Todo el mundo reclama la intervención divina, olvidando que su «reino no es de este mundo» y, por lo tanto, no se mete en las cosas del «César».

Por supuesto, todo el mundo tiene derecho a orar todo lo que quiera por los corruptos de este lado del Paraíso, pero deben hacerlo en privado o en los templos. Ciertamente, ningún «reverendo» que merezca ese apelativo mínimamente debe prestarse para un culto cínico como ése. Su afán por ministrar debe reservarlo para las visitas que le haga al convicto en el presidio.

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