¡Calma, pueblo!

La televisión, con sus series detectivescas y de temas de investigación forense, ha creado en la gente unas expectativas irreales de que los casos se resuelvan en un santiamén. En estos días se habla de que el caso del niño Lorenzo lleva «un mes» sin haber sido resuelto, como si se tratara de un tiempo irrazonablemente largo. En el mejor de los casos, la investigación criminal se tarda porque hay que cumplir con unas formalidades que el público desconoce y no comprende. En el peor de los casos, cuando hay ocultación activa de las pruebas o poca cooperación de partes y testigos, las cosas se complican mucho más.

Esto no es cuestión de prender velas ni de vigilias; tampoco, de preguntar todos los días a policías y fiscales cuándo se va a resolver el caso. Quien no tiene responsabilidades públicas lo ve todo muy fácil, pidiendo, a punta de un micrófono, que «se haga justicia». Pero, serán los primeros en señalar el fracaso de las autoridades, cuando se produzca, por haberse precipitado a una acción, aguijoneadas por «la opinión pública».

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