500 años de soledad
Nada hay que celebrar en los 500 años de la figura del Gobernador de Puerto Rico, pues se trata de una señal ostensible de la colonia en la que vivimos. Tenemos un Gobernador porque todavía no somos soberanos e independientes. Si lo fuéramos, tendríamos un Presidente o un Primer Ministro.
Consideraciones personales aparte, la figura del Gobernador de Puerto Rico es, fundamentalmente, patética, pues se trata de un funcionario con una autoridad menguada significativamente por el poder del gobierno de Estados Unidos en nuestro país. Aquí puede ser un mejor o peor administrador; allá, un cabildero más o menos eficaz. No tiene ni la facultad de reunirse con los gobernantes de los países vecinos para acordar cosa alguna, sin el permiso de sus amos en Washington. En el resto de América Latina no cuentan con él, pues los americanos no lo dejan asistir a reuniones regionales o continentales.
¿Desde cuándo es motivo de celebración el tutelaje degradante?
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