Por el medio de la calle

Por fin, alguien se ha referido a lo fundamental en este lío de las empresas automovilísticas de Estados Unidos: la poca calidad de sus productos. Yo, por mi parte, si me regalan una de esas porquerías que hacen en Detroit, no la quiero, ni aunque el Gobierno federal honre la garantía. ¿Quién se va a arriesgar a comprar un carro hecho en este ambiente de desmoralización, incertidumbre y nerviosismo en la línea de ensamblaje? Si los hacían mal antes de esta crisis, imagínese el lector ahora.

Lo mejor que pueden hacer los americanos es salirse del negocio y dejarle vía libre a los que saben hacer carros buenos y baratos.

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