Una tomadura de...

Me resulta algo traído por los pelos la pretendida relación íntima entre Picasso y su barbero. Si alguna vez la hubo, no pudo haber durado mucho, pues a Pablo Ruiz se le había caído el pelo hacía rato. Los dos o tres flequitos que le quedaban no ameritaban visitas frecuentes al barbero. Así que don Eugenio creerá que somos ingenuos, al reclamar que fue una especie de padre confesor del papá de Paloma.

Lo que creo es que el malagueño, por macetería, en vez de pagarle a Arias con pesetas, lo hacía en especie, con dibujitos y muñequitos disparatados, que ahora se exhiben como la gran cosa.

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