Un albergue en desamparo

El Albergue de Protección a Víctimas y Testigos siempre ha sido una madriguera de problemas para el Departamento de Justicia. En gran medida porque, en parte, se trata de un «nido de ratas», es decir, de personas de baja calaña que se ven involucrados en hechos delictivos sobre los cuales van a declarar. Otra parte de la clientela «no es muy católica que digamos», y su comportamiento no es el mejor. Entran allí con malas mañas y resentimientos de todas clases; son individuos problemáticos, acostumbrados a vivir de manera irregular, contraria a las buenas costumbres. En fin, que ser testigos o víctimas no necesariamente significa que sean inocentes o mansos corderitos dispuestos a acatar normas disciplinarias y de sana convivencia.

Si a todo lo anterior se le agrega la natural incomodidad de estar confinado en una institución -- aunque sea por seguridad propia -- y las fallas o limitaciones humanas de las personas a cargo, ahí se tienen los elementos para la insatisfacción hasta la explosividad.

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