"¡Cuán largo me lo fiáis!"

Con olímpico desdén, los gobiernos de los ocho países más ricos del planeta han acordado reducir la contaminación ambiental para el 2050. El plazo es más largo que la esperanza de los pobres de la tierra, de respirar aire puro, tomar agua limpia y vivir sobre terrenos no contaminados. Pero, así funcionan los del llamado "primer mundo": no quieren afectar su producción industrial, poniéndole cortapisas ambientales que, a la vez, inciden en su rentabilidad.

Esto me recuerda la anécdota de John Maynard Keynes, el padre de la economía moderna, a quien una vez le preguntaron insistentemente por el efecto de tal o cual decisión "a largo plazo", y respondió: "In the long run, we'll all be dead."

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