Con apego a la verdad

El Arzobispo de San Juan -- a quien hay que reconocerle méritos que trascienden su religiosidad -- tiene el deber moral de explicarse mejor, en lo que respecta a la admisión de «errores» cometidos en el manejo de la Iglesia Católica en Puerto Rico de las denuncias de pedofilia por parte del clero. No es momento de «hablar en lenguas» o con equívocos. Si, por un lado, él le asegura al país que no ha habido encubrimiento, pues él ha expulsado 32 sacerdotes pedófilos en 14 años, ¿cuáles son los errores que se han cometido? ¿Es que han sido muchos más los ofensores sexuales y nada se ha hecho?

Cuando se predica la moral -- sobre todo la religiosa -- no hay margen para la ambigüedad o la ambivalencia. El país merece conocer en todos sus detalles la delincuencia sexual clerical, y lo que se ha hecho y no se ha hecho al respecto. Procede que esta vez sea el confesor quien «diga los pecados», para que se vea que hay «propósito de enmienda».

Cúmplase la penitencia.

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