La verdadera independencia judicial

Estipulada la injusticia de negarle al juez González y a la juez Nadal continuar en sus cargos, por represalias políticas, a riesgo de ir contra la corriente, algo debe decirse sobre un señalamiento general acerca de la independencia judicial que se repite impensadamente en casos como éstos. Me parece un error invocar la independencia judicial en este contexto, pues, quiérase o no, el mensaje que se trasmite es que los jueces solamente son independientes cuando tienen asegurado su cheque y su pensión. Supongo que hay muchos así, pero otros no. La integridad, para que sea auténtica, tiene que manifestarse aun en las circunstancias más adversas, cuando a uno le perjudica su bolsillo o hay de por medio cualquiera otra consideración importante.

Los jueces tienen que descargar su responsabilidad fielmente, independientemente de su permanencia en el cargo. En el caso del Tribunal de Primera Instancia, tienen asegurado 12 años; los de Apelaciones, 16. No es mucha la gente que puede decir lo mismo. Ningún juez debe sentirse mal, si, luego de haberse desempeñado bien durante esos periodos, no puede continuar, pues le habrá dado al país un buen servicio por un tiempo razonablemente largo. Si el precio de ser honrados es el cese al final de su nombramiento inicial, ello debe asumirse con orgullo personal y profesional. Cualquier juez que, preocupado por su jubilación, acomode sus dictámenes a la conveniencia del poder nominador no mereció nunca vestir la toga.

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