Un recuerdo para el presente y el futuro

La idea de poner a estudiantes doctorales a dar clases en la Universidad de Puerto Rico me recuerda una experiencia que tuve en mi primer año en el Recinto Universitario de Mayagüez, hace poco más de 40 años.  En el curso básico de biología, me tocó con un «profesor» colombiano que estudiaba su maestría en el Recinto.  Era un hombre muy delgado, y se notaba nervioso frente al grupo.  Daba la clase consultando continuamente unas tarjetas rayadas bastante grandes, de las cuales no se desprendía.  Aunque era un salón tipo anfiteatro, con cierta frecuencia, él se paseaba por la parte trasera y superior, mientras «dictaba» el curso.  El propósito de esa táctica era evidente: evitar que viéramos cuán esclavo era de sus apuntes en aquellas tarjetas.  Recuerdo haberle hecho una pregunta sobre el mecanismo de la visión - porque venía al caso -  y me dijo que me contestaría en la próxima clase.  No lo hizo, y me dio pena con él, por lo que no insistí en mi pregunta.

Ahí les dejo esa anécdota, por el «valor probatorio» que pueda tener.

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