«Si quieres conocer a Juanito, dale un puestecito.»

Si yo fuera el juez Rivera García, hubiera «agradecido» el gesto del Senado en querer confirmarlo «a todo vapor», pero hubiera pedido que el proceso se llevara a cabo de la forma tradicional.  Es la manera más decorosa y sensata de proceder en un asunto de esta naturaleza.  El procedimiento expedito en extremo no le hace bien a él, no digamos al Senado, cuerpo desprestigiado desde hace mucho.

Aquí hace rato que se gobierna casi por decreto, obviando o reduciendo al mínimo los procesos públicos.  El triunfo electoral del 2008 ha sido tomado como una autorización del pueblo para que los poderes ejecutivo y legislativo decidan las cosas sin participación de las minorías ni la comunidad.  De ahí que se legisla sin celebrar vistas públicas; las leyes tienen vigencia inmediata en casos muy señalados, para consumar el control de instituciones y, como en este caso, se prescinde de la deliberación.

En fin, vivimos una democracia y un estado de derecho de nombre nada más.  Una pena que Rivera García se sume a esa comparsa, pues, es de suponer que, llegado al Supremo un caso en que se impugne un procedimiento atropellado como éste, él lo validará, toda vez que ya ha demostrado que no ve nada malo en ello.

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