Una pesadilla imposible

Pues tendrá que desmantelar la Policía. La fanfarronada de Figueroa Sancha, al efecto de que va a destituir a los jefes policiacos que no cumplan con unas cuotas de reducir el crimen en sus respectivas áreas, es un desatino y una destemplanza digna de...destitución. Una cosa es exigir ahínco en el cumplimiento del deber, y otra muy distinta es amenazar con botar gente que no pueda cumplir con metas inalcanzables. La lógica sencilla es que, en última instancia, habrá que despedirlo a él, cuando el crimen no se reduzca, cosa que es casi segura.

Este tough-guy approach - como diría Odette Piñeiro - suena bien en una película de Clint Eastwood, pero no funciona en la vida real. La realidad es que, por más que la Policía se esfuerce, la delincuencia sigue rampante, pues no se puede tener un guardia en cada casa y en cada esquina del país las 24 horas del día los 365 días del año. Vivimos en una sociedad profundamente enferma en muchos sentidos, y cuando una sociedad se decide a delinquir masivamente, es muy poco lo que la Policía puede hacer para atajarlo, a menos que nos convirtamos en un estado policiaco y una férrea dictadura.

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