Se acaba la dependencia

La independencia nos está llegando a plazos, de momento incómodos para nuestros municipios, pero inexorables, por la quiebra del imperio. Los alcaldes ya hacen de tripas corazón. Ahora hay que gobernar responsablemente, sin estar pendientes de las dádivas de Washington para gastar a manos llenas. Se hará lo que se pueda con lo que se tenga, y todos tendremos que ajustar nuestras aspiraciones económicas a la realidad del país. Así, iremos descubriendo que podemos hacer más que lo que hemos pensado siempre. El mundo no se acaba con la retirada de las subvenciones de Estados Unidos.

Para nosotros, debe ser el comienzo de una vida más digna, de «ayuda mutua y esfuerzo propio» a todo lo ancho y largo del país. Sentiremos la satisfacción de que lo que logremos -- mucho o poco -- no se lo deberemos a otros, sino a nosotros mismos. Terminada la dependencia psicológica de la metrópoli, nos pondremos de pie para reclamar el derecho a seguir construyendo una Patria libre.

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