Cosa de locos

Creo que no andan muy errados quienes señalan en tono crítico la nueva versión del DSM-V, tenida por la comunidad psiquiátrica de Estados Unidos y sus acólitos portoricensis, como la «Biblia» de su profesión. Y es que ese manual que sirve para diagnosticar condiciones y enfermedades mentales ha ido incorporando más y más «desórdenes», «síndromes» o «trastornos», que algunos juzgan indebidamente clasificados como tales. Ello lleva a que un mayor número de comportamientos o conductas en nada patológicas sean diagnosticadas como tales y tratadas con fármacos cuyos efectos a largo plazo pueden ser deletéreos a la salud física de los pacientes, amén de crearles una dependencia nada saludable y un estigma social.

Quizá el mundo haya cambiado o en el pasado no sabíamos tanto como ahora, pero antes había niños «jodones»; ahora padecen del «trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo». Igualmente, de los comilones y golosos, ahora se dice que sufren de «trastorno de atracón», nombre algo burdo y nada científico, que, quizá, a la manera de un «desliz freudiano», revela la frágil base científica del manual en algunos aspectos.

O, realmente, como solía decir mi madre, con sabiduría pueblerina: «El mundo está lleno de locos». 

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