Deber de vigilancia

La sentencia de 38 años al depredador sexual pone sobre el tapete la inquietante situación reiterada de unos padres o familias que le confían sus hijos ciegamente a un vecino o a cualquier otra persona que aparenta afecto y atención. Que este hombre pasara cinco años abusando de menores entre 12 y 16 años en un entorno familiar resulta insólito, por lo que indica de falta de supervisión y una ingenuidad extrema por parte de los padres. Los adultos con hijos tienen que tener un saludable escepticismo acerca de las intenciones de otros adultos que se muestran demasiado solícitos con esos niños o jóvenes. Tiene que haber una vigilancia preventiva razonable, que evite que ese adulto pase demasiado tiempo a solas o en otros lugares con esos menores de edad.

Los padres que fallan en esto incumplen un deber fundamental de proteger a sus hijos de la enfermedad mental y la maldad ajenas.

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