¡Manos afuera!

 La noticia de que han arrestado a una pareja de puertorriqueños por tráfico de drogas en República Dominicana no sorprende, pues esto es parte de las relaciones «comerciales» entre  nuestros dos países. Lo que sí sorprende -- y alarma -- es que esa gente sea parte de un engendro como el Movimiento de Boricuas con Papá. Los dominicanos no necesitan ayuda nuestra para fastidiarse -- fuñirse, dirían ellos -- poniendo a Hipólito Mejía nuevamente en la presidencia. Esto es algo así como «Dominicanos con Fortuño», o cualquier otra intromisión similar que exista o pueda existir.

Bromas aparte, los extranjeros -- aun los que ostentan la ciudadanía de un país -- deben ser cautelosos para no inmiscuirse en la política de ese país. En nuestro caso, sobre todo, porque lo que hace posible que vivan aquí y puedan votar son decisiones tomadas por Estados Unidos, en las cuales no tenemos injerencia alguna. Por lo tanto, en el mejor de los casos, ese ejercicio cívico es una afrenta a la verdadera democracia, y un recordatorio de nuestra subordinación política. La realidad es que, desde hace tiempo, los extranjeros tienen la fuerza numérica suficiente para decidir las elecciones en Puerto Rico. Y lo hacen por obra y gracia de la ciudadanía de Estados Unidos porque la nuestra no tiene validez jurídica que trascienda.

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