Estipulado

No es que me parezca mal la expresión pública - a veces multitudinaria - de rechazo a una conducta delictiva, pero creo que se trata de gestiones fútiles.  Hoy el periódico anuncia, como la gran cosa, un «consenso contra la violencia».  Pues, muy bien, aunque siempre he supuesto que lo hay, excepto entre los maleantes.  Todos estamos en contra de la delincuencia y la violencia en todas sus manifestaciones y vertientes.  Para eso no hay que marchar, ponerse brazaletes o cintas de colores, ni reunirse en asambleas.

La desigualdad social explica, en parte, pero sólo en parte, el crimen y la violencia.  Lo cierto es que, cuando Puerto Rico era mucho más pobre, la delincuencia no alcanzaba los niveles de la actualidad.  Igual cosa puede decirse de la educación, supuesta «varita mágica» para solucionar todos los problemas.  No nos ilusionemos demasiado con la educación como antídoto al crimen.

El problema central de la violencia es de salud mental; por ahí es que hay que dirigir nuestros esfuerzos principales.  Y ahí es que radica la enorme dificultad de conjurarlo.

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