La borrachera del poder

El miedo a que se les perciba como «débiles» lleva a algunos a asumir la inflexibilidad y la intransigencia como señas de identidad, tanto en la gestión pública como en la privada. Las mujeres son particularmente susceptibles a ello, pues temen que se les quiera coger de...mangó bajito, por las ideas preconcebidas sobre su género. Algunas llevan la crueldad y la dureza en el trato como un blasón. ¡Bendito, qué infelices!

Los hombres también piensan que tienen que comportarse como la Gestapo, para darse a respetar. Se parte de la premisa de que dirigir o ser jefe es sinónimo de rudeza, y que, si se admite que un subalterno o un ciudadano de a pie tiene razón, eso desmerece al que manda. Los estudiantes y los trabajadores viven para obedecer a sus amos y superiores; cualquier otra cosa es anarquía.

Ya lo decía un viejo y querido amigo: «Si quieres conocer a Juanito, dale un puestecito.»

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