Negocios flojos

En toda esta discusión acerca de la situación económica nunca se habla de los desaciertos del sector privado que lo llevan a meterse en problemas y hasta la quiebra. Muy hábilmente, los empresarios logran dirigir la discusión hacia la responsabilidad del gobierno u otros factores que afectan el mundo de los negocios. Pero, ¿cuánto de lo que ocurre se debe a la estupidez empresarial?

Hay negocios que están demás, bien sea porque ofrecen un producto o servicio que muy pocos necesitan o quieren, o porque ya no tienen razón de ser, pues cambios de distinta índole los han convertido en obsoletos.

Otras empresas, sencillamente, no tienen la capacidad de poner en el mercado un producto o servicio de calidad, y por lo tanto, tienen sus días contados.

Aun otras venden su producto o servicio a un precio exageradamente alto, que el consumidor no está dispuesto a pagar. A veces, se pretende que el negocio produzca una rentabilidad que permita mantener a la familia extendida de los dueños a niveles de lujo. Eso «obliga» a cobrar carísimo por la mercancía que se vende o el servicio que se presta, y el negocio se va a pique.

Claro, nada de esto se admite privadamente ni se discute públicamente. Es preferible echarle la culpa a la «falta de incentivos» o a los «altos costos de producción». Sería interesante estudiar cuántas empresas han fracasado debido a la mamalonería familiar.

Casos como éstos, no los salvan ni los billones de los bailouts americanos ni el «estímulo criollo» puertorriqueño.

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