Decencia, más que caridad

De un tiempo a esta parte, se ha puesto de moda eso de la «responsabilidad social corporativa», y andan las empresas retratándose con facsímiles de cheques gigantescos o «donando un día» de trabajo, cortando la grama o recogiendo la basura en algún asilo, vestidos con una camiseta alusiva a su generosidad. Todo lo cual me parece bien, pero, como soy un descreído congénito, no puedo dejar de pensar en ciertas cosas.

Por ejemplo, me pregunto si esas empresas, tan caritativas y solidarias con el prójimo, son justas y razonables con sus propios empleados, es decir, si «la caridad empieza por casa» o son unos patronos arbitrarios e insensibles, cuando las cámaras no están retratando o filmando. También me cuestiono si son así de buenos cotidianamente con sus clientes, o hay que ir al Tribunal Supremo por cualquier reclamación por algún producto defectuoso o servicio mal rendido.

De manera que, aunque favorezco la caridad privada, prefiero la buena fe y la justicia «en el curso normal de los negocios». Que para eso no hay que llamar a la prensa ni ponerse camisetas especiales.

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