Historia de un [casi] crimen

Quedé con un amigo que vive en un condominio en llevarle unos libros a su casa. Cuando lo llamé para confirmar que estuviera allí, la criada me contestó que tanto él como su esposa habían salido. Como se trataba meramente de dejarle los libros, le dije a la empleada que pasaría, de todos modos. Al llegar, toqué la puerta varias veces, sin que hubiera respuesta. Por alguna razón, se me ocurrió intentar abrir la puerta y, para mi sorpresa, ésta abrió. Entré al apartamento llamando en voz alta, pero nadie contestó. Lo recorrí, y me di cuenta de que no había nadie. Dejé los libros sobre una mesa y me marché. Cuando pasé por la caseta del guardián le comenté lo sucedido, y él me dijo que la empleada había bajado con la perrita de la casa, es de suponer, a que hiciera sus necesidades.

Obviamente, la empleada se vio ante un dilema: dejar que la perrita cagara y meara el apartamento o arriesgar la seguridad de la vivienda, pues, evidentemente, a ella no le confían las llaves. Ya sabemos cuál fue su decisión. Este problema se plantea por la presencia del animal y sus necesidades imperiosas. De lo contrario, la señora me hubiera esperado según convenido.

Suerte que soy más o menos decente y honrado...

Comentarios

Jaime Riera Seivane ha dicho que…
Bueno, mis perras cagan y mean afuera, pero la criada no se tiene que preocupar por cerrar la puerta con su seguro porque lo hago yo. se me olvidaba, no tengo criada o "empleada doméstica"; para seguir con los eufemismos.

Una nota jocosa para un evento sin igual.

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