Una oracioncita fúnebre
Se fue como había llegado hace 86 años, sin titulares ni fanfarrias. Su vida fue difícil, de mucho trabajo y carencias materiales. Era una mujer menuda y sin grandes luces del intelecto, pero tenía un corazón que no le cabía en el pecho. Fue una sacrificada con su madre y sus muchos hermanos. Formó un hogar modesto con un hombre bueno y sencillo, y tuvo dos hijos a los que amó sin límites. Cuando llegaron los nietos, los cuidó con el mismo amor que a sus hijos. La vida la fue retirando de los quehaceres que, aun en su ancianidad, realizaba gustosamente.
Ayer, a las 5:00 p.m., se fue de este mundo. Se llamaba Dinorah Carrero Rodríguez, y era mi madre. Hoy la lloro como el Albertito que siempre fui para ella, y como el hombre que sabe que ha perdido un amor que es insustituible. De ella aprendí que el amor es desprendimiento y entrega absoluta. Tuve la fortuna de que ella y mi padre, Alberto Medina Moreno, me dieron cátedra de amor con su ejemplo callado y constante. Todos mis conocimiento y mi cultura son poca cosa al lado de eso.
Salí de mi casa a los 22 años, y no regresé. Formé mi propia familia, pero mis padres siempre estuvieron cerca. Los últimos diez años de su viudez los pasó conmigo y los míos, y pudimos abonarle algo a la cuenta impagable de su amor infinito. Atesoro cada uno de esos días de mi reencuentro con mi madre.
¡Viejita, vivirás en mí siempre!
Ayer, a las 5:00 p.m., se fue de este mundo. Se llamaba Dinorah Carrero Rodríguez, y era mi madre. Hoy la lloro como el Albertito que siempre fui para ella, y como el hombre que sabe que ha perdido un amor que es insustituible. De ella aprendí que el amor es desprendimiento y entrega absoluta. Tuve la fortuna de que ella y mi padre, Alberto Medina Moreno, me dieron cátedra de amor con su ejemplo callado y constante. Todos mis conocimiento y mi cultura son poca cosa al lado de eso.
Salí de mi casa a los 22 años, y no regresé. Formé mi propia familia, pero mis padres siempre estuvieron cerca. Los últimos diez años de su viudez los pasó conmigo y los míos, y pudimos abonarle algo a la cuenta impagable de su amor infinito. Atesoro cada uno de esos días de mi reencuentro con mi madre.
¡Viejita, vivirás en mí siempre!
Comentarios
Me uno a tu dolor. Lamento mucho este evento y perdona por no haberte escrito antes. Hoy es el primer día en que entró a ver lo que escribes.
Nuestros pensamientos están contigo de forma solidaria.
Muchas gracias por esta muestra de afecto y amistad, que se une a todas las anteriores.