Lobos disfrazados de ovejas

Siempre se ha sabido que el sector privado de grandes recursos económicos pretende gobernar el país. Ahora lo hace sin disimulo, en una carta abierta al Gobernador y los Presidentes de la Asamblea Legislativa. En esa misiva se lee: «El sector privado se compromete a colaborar para analizar qué programas o agencias de gobierno pueden consolidarse, para eliminar duplicidad, programas inoperantes o inefectivos y relocalizando recursos dirigidos a fiscalizar y captar».

Pues, si ésas no son funciones inherentemente gubernamentales, que venga Dios y las vea. Aquí hay una arrogancia, un engreimiento, una pretensión de dictar pautas al gobierno que, bien o mal, fue electo democráticamente para tomar decisiones con efecto colectivo. Los empresarios tienen derecho, como cualquier otro sector o individuos, a participar en la discusión de los asuntos públicos, pero no a «cogobernar» al país, sobre todo cuando el interés que los anima no es el de la solidadridad social, sino el afán de lucro desmedido.

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