Casas de arena y de naipes

Aparte de los posibles usos indebidos de los fondos para las llamadas comunidades especiales--eufemismo con el que la exgobernadora Calderón bautizó a los sectores pobres en nuestro país-- lo peor parece ser que hay obras de construcción muy mal hechas. Claro que, en un país en que los vicios de construcción se manifiestan hasta en casas lujosas, esto no puede sorprender. Pero, de todas maneras, resulta irónico, por decir poco, que las casas que se han edificado para mejorar la calidad de la vida de la gente pobre tengan casi tantos problemas como las que vivían.

Y es que en el país hay un contubernio espantoso entre constructores, contratistas, desarrolladores e ingenieros, para hacer casas lo más baratas posibles, obviando requisitos mínimos de una buena construcción. Por eso, terminan siendo viviendas «desechables», por inservibles. Todo porque el margen de ganancia al que se aspira es irreal, si se han de hacer bien las cosas. Añádase un gobierno extremadamente complaciente con el sector privado, que no supervisa las obras eficazmente, y ahí se tiene el desastre que vivimos en la vivienda puertorriqueña, no importa su precio.

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