El papel triste de la gobernadora
Decir ante el mundo que uno no hace lo correcto moralmente, por temor a perjudicarse económicamente, es confesar la más grande de las miserias humanas. Eso es lo que ha confesado públicamente la gobernadora de Puerto Rico ante la embestida de Donald Trump a la gobernanza democrática y del estado de Derecho.
Como gobernar a Puerto Rico dentro de la subordinación colonial consiste en hacer lo que Estados Unidos diga y adminsitrar - casi siempre mal - los fondos del gobierno federal, la pobre infeliz que ocupa por ahora La Fortaleza ha hecho la más patética de las admisiones: su propia nulidad.
Lo más significativo del caso es que la de aquí se ha jactado de la buena relación que tene con el de allá,y no se atrve ni a expresar mínimamente una discrepancia.Tampoco puede decir que con la estadidad esto no ocurriría, pues sus contrapartes allá están en la misma situación.
Excepto que algunos allá han tenido el valor de protestar, aunque inútilmente, frente a la dictadura trumpista, y la de acá se muere de miedo.
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