Mentira e incompetencia

La poquísima credibilidad que le quedaba al Gobierno de Puerto Rico, carcomida por esta pandemia, ha desaparecido por completo con los cambios constantes y súbitos al alcance e interpretación de la ordenación de la vida colectiva puertorriqueña y, sobre todo, a la información que se ofrece sobre la manifestación del coronavirus en nuestro país. No hay forma racional alguna en que uno pueda confiar en las cifras que el gobierno ofrece sobre el número de contagiados y de muertos por la enfermedad.  Si llegar a contar a los que mueren en ciertas circunstancias sospechosas como víctimas del virus es «mala ciencia» y una irresponsabilidad pública, resulta patético dar un reversazo al día siguiente para descontar los muertos que se habían añadido el día anterior.

En esas manos estamos.

Peor, aun, porque no están limpias, a juzgar por lo que ya se sabe de los manejos para comprar mascarillas, ventiladores y otros aditamentos de protección contra el virus. No hay sanitizer que valga ni forma de querer «lavarse las manos» los funcionarios que se las han embarrado en este asunto.

Pasada esta emergencia, hay que sacarlos de nuestra vida pública y ponerlos en un aislamiento permanente, para evitar que sigan contagiándonos con el virus de la corrupción y la incompetencia.

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