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Mostrando entradas de abril, 2020

Hacia la adultez de nuestro pueblo

Hay un consenso en el mismísimo Estados Unidos a los efectos de que su respuesta a la pandemia del coronavirus ha sido fallida.No podía ser de otra manera en un país dirigido por un individuo conocidamente desquiciado e incompetente. Que haya gente que le haga caso a su pensar fantasioso es una medida de la demencia de muchos en esa sociedad. Se trata de un pueblo que mansamente se ha dejado conducir hacia el desastre en todos los órdenes. No sorprende que la crisis de la pandemia haya golpeado a Estados Unidos de una forma particularmente severa y la reacción oficial haya sido tan deficiente. Por falta de fondos no ha sido, en el país que se jacta de ser el más rico del mundo. De las muchas lecciones que nos deja esta pandemia, hay que destacar la de que no podemos confiar ciegamente ni depender de forma absoluta de ese país para resolver nuestros problemas, pues, contrario a lo que creen muchos, los americanos son meros mortales que meten las patas como cualquier hijo de vecino. Crez...

Bienvenidas las armas

La medida de los «valores» del Imperio la proporciona de manera muy señalada su gasto militar. No importa la situación de Estados Unidos, el presupuesto militar es intocable, algo que queda corroborado ahora con la pandemia. El país es el más azotado por este flagelo mundial, pero prefiere carecer de mascarillas, fármacos y ventiladores, antes que de bombas y fusiles. Y tiene que ser así porque es la lógica del imperialismo hegemónico. Ya lo había advertido Eisenhower en su despedida de la presidencia: el military- industrial complex tiene un peso desmedido en la vida política estadounidense y eso tiene unos efectos muy negativos. El hombre que había dirigido el esfuerzo bélico aliado en la Segunda Guerra Mundial había leído la escritura en la pared y estaba espantado. Pero, el afán de dominación de su país era y es demasiado fuerte, y no cede ante ninguna circunstancia. Estados Unidos quiere el desarme mundial ajeno, para tener el campo libre para imponer su voluntad imperial en todo ...

Dos locos de atar

Brasil parece haber despertado del letargo en el que se hallaba sumido por la demencia descomunal de Jair Bolsonaro. Francamente, ha tardado mucho en reaccionar en defensa propia ante el asalto del loco que lo preside. Pero, la pandemia ha evidenciado de manera inequívoca el trastorno mental que padece Bolsonaro y la temeridad con la que conduce a su país en esta hora tan crítica. Por fin, los brasileños se han dado cuenta de que cada día que permanezca en el poder pone en peligro la salud y la seguridad de la nación. Si ello es así en el gigante de América del Sur, también lo es en el gigante de América del Norte. Si alguna duda quedaba acerca de la salud mental de Donald Trump, él mismo la ha disipado con su recomendación de inyectarse o tomar desinfectantes pra combatir el coronavirus. No hace falta otra prueba para declararlo unfit to serve, criterio constitucional para destituirlo de la presidencia. Que los poderes políticos y el país en general toleren un día más a un desquiciado...

La estupidez en tiempos de la pandemia

Se leen comentarios en las redes sociales acerca de la propuesta de hacer obligatorio por ley la vacunación contra el coronavirus, cuando exista la vacuna. Algunos hasta levantan argumantos de naturaleza constitucional en su contra. Todo ello hijo de la ignorancia y una actitud contestataria estúpida. Quienes pecan de ella desconocen que existe el «poder de razón de Estado», en virtud del cual el gobierno de un país tiene la autoridad de dictar una medida que imponga una obligación que vaya por encima de un derecho civil o humano que normalmente tenga primacía. Obviamente, ello se invoca legítimamente solo en casos excepcionales de extrema necesidad por cuestiones de salud o seguridad. Esta pandemia es, ciertamente, uno de esos casos. Los estragos que ha causado, está causando y causará son lo suficientes como para justificar que, existiendo la vacuna, sea obligatoria. No puede haber margen para un contagio por temeridad o pruritos de clase alguna.  De la misma forma que, en tiempo...

Una muerte segura

No estamos solos.  El desastre sanitario nuestro es uno de muchos en todo el mundo, que se ha llevado enredados a ministros o secretarios de salud en múltiples países. Y no se trata de que en esas naciones - como en la nuestra - haya más o menos contagio o mortalidad por el coronavirus, sino de que la respuesta de las autoridades sanitarias ha dejado mucho que desear y ha rayado hasta en el engaño o la mentira, cuando no en corrupción o malos manejos de fondos públicos. La pandemia ha quitado la proverbial sábana, para revelar la enfermedad subyacente. Y no hay mascarilla que la disfrace ni ventilador que le dé aire. Lamentablemente, en nuestro caso, se insiste en los disimulos y los tapujos a los altos niveles gubernmentales, con argumentos pueriles y distinciones bizantinas para no adjudicar responsablidades. Mas, el cuadro clínico es muy complicado y grave, y los infectados no sobrevivirán a este virus de su propia hechura.

«Covidgate»

El «Covidgate» se sigue complicando y los funcionarios implicados no han aprendido la lección de otros escándalos del extranjero y de factura criolla. En vez de «cortar por lo sano», se empeñan en querer sostener un tinglado que, con lo que se descubre, se les desmorona cada día más. Aunque abatido por la pandemia, el país ya ha demostrado que no va a tolerar más pocasvergüenzas oficiales, y va a pasar factura más temprano que tarde en nuestra vida pública. Mantener en cargos electivos o por nombramiento, así como por designación, aunque sea ad honorem, a quien esté impugnado razonablemente por su desempeño en esta pandemia es no solo una irresponsabilidad pública grave, sino un suicidio político. Pero, evidentemente, la estupidez en la administración pública puertorriqueña actual es un virus mortal.

Un contrato odioso

Todos tenemos derecho a ganarnos la vida honradamente. Pero, hay remuneraciones que resultan exageradas en cualquier caso e hirientes a la sensibilidad moral y social en el momento presente. La de $30,000 mensuales es una de ellas, y si se multiplica por tres, mucho más. Hay que hacer un esfuerzo muy grande para imaginar  que lo que se va a hacer por esa suma realmente lo valga, sobre todo, cuando se describe de una forma un tanto ambigua e imprecisa, por lo que se hará muy difícil juzgar su cumplimiento. Me parece que la Junta de Control Fiscal ha incurrido en otro de sus muchos desaciertos. Y la señora Fuentes ha caído en la tentación del dinero fácil.

Mentira e incompetencia

La poquísima credibilidad que le quedaba al Gobierno de Puerto Rico, carcomida por esta pandemia, ha desaparecido por completo con los cambios constantes y súbitos al alcance e interpretación de la ordenación de la vida colectiva puertorriqueña y, sobre todo, a la información que se ofrece sobre la manifestación del coronavirus en nuestro país. No hay forma racional alguna en que uno pueda confiar en las cifras que el gobierno ofrece sobre el número de contagiados y de muertos por la enfermedad.  Si llegar a contar a los que mueren en ciertas circunstancias sospechosas como víctimas del virus es «mala ciencia» y una irresponsabilidad pública, resulta patético dar un reversazo al día siguiente para descontar los muertos que se habían añadido el día anterior. En esas manos estamos. Peor, aun, porque no están limpias, a juzgar por lo que ya se sabe de los manejos para comprar mascarillas, ventiladores y otros aditamentos de protección contra el virus. No hay sanitizer que valga ni for...

Apagones subrepticios

Desde hace varios días, sin anunciarlo - supongo que para no cucar el avispero - la AEE se lleva la luz casi todos los días por periodos que fluctúan entre unos pocos segundos hasta cerca de una hora, en lo que debe ser uno de esos famosos «relevos de carga», que es como le llaman a los apagones del siglo XXI, seguramente por sugerencia de algún asesor en comunicaciones muy bien pagado. Ahora que todos estamos resguardados en casa 24/7, se nos hace más evidente la práctica que subrepticiamente José Ortiz y Cía.  nos impone para hacernos la cuarentena más odiosa que lo que es. Este gobierno, que se especializa en la ocultación de información, ha optado por mantenernos a oscuras sobre este particular, aprovechando el abatimiento general de la población, que ante la realidad de los cadáveres que causa la pandemia, entendiblemente, asume la actitud de «qué importa un cadáver más». 

El lloriqueo de un nene

Aníbal Acevedo Vilá, quien hace años acuñó la infame frase «lo mejor de los dos mundos» para referirse a la subordinación política de su patria a Estados Unidos, ahora quiere revivir la sección 936 del Código de Rentas Internas de ese país como motor económico para el nuestro. En ausencia de un proyecto político y económico en medio de esta crisis, lo único que se le ocurre es plantear volver a una situación en que nuestra economía penda del hilo de una sección de la legislación contributiva de otro país. La idea, despreciable por demás, rezuma colonialismo por los cuatro costados porque valida la dependencia de manera absoluta de una legislación que ni siquiera tiene visos de derecho político nacional o internacional, sino de una cuestión puramente interna de un país, como es la tributaria y que, por lo tanto, está sujeta a cambios que no requieren un proceso político de envergadura en el país del que se depende. Y para hacerlo más patético, su propuesta va envuelta en la idea de que...

«El que se ensalza será humillado»

            Las cosas tienen que estar muy mal en Estados Unidos, cuando ha aceptado la ayuda de Rusia para combatir esta pandemia. Que los arrogantes y jactanciosos americanos hayan aceptado la ayuda de, of all people, los rusos es una señal inequívoca de la crisis que vive ese país. Cierto es que el auxilio viene de papa Putin, el poder detrás del trono en la Casa Blanca, pero, aun así, es mucho decir.             Parte del problema ha sido, precisamente, la locura de Trump al mando, que ha exacerbado el sentido de prepotencia que siempre ha imperado entre los estadounidenses, parte de lo que ha sido llamado el «excepcionalismo americano», es decir, que su gente es fuera de serie e inherentemente superior a todas las demás. Como dijo John McCain, exprisionero de guerra en Vietnam que aspiró a la presidencia y murió de un tumor cerebral: «Estados Unidos es el mejor país en la historia de la humanidad». ...