La humillación nuestra de cada día

Solamente un país cuya gente no tiene estima propia continúa soportando una relación política en la que otro país lo humilla cotidianamente controlando quién puede entrar y permanecer en el territorio dominado. Cuando no se tiene ni esa facultad, no solo no se vive en democracia, sino que se es sujeto de un régimen despótico.

Son incontables las instancias en las que las autoridades de Estados Unidos niegan o retrasan significativamente el permiso para que una persona o grupo entre a Puerto Rico a alguna gestión totalmente legítima. Y los puertorriqueños tragan gordo y lo aceptan resignadamente, sin chistar, por miedo a que el americano se enfade y nos castigue con no darnos tales o cuales fondos. Con ese miedo servil se vive en nuestro país.

Cuando se vive así, no hay decoro, no hay honor, no hay vergüenza; solo la degradación que produce el sometimiento voluntario a otro que se goza en humillar a cada paso.


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