¿Y el voto de pobreza?

El papa Francisco ha puesto su dedo en una de las llagas mayores de su Iglesia y del mundo secular: «el apego al dinero». Claro que en el caso de la Iglesia resulta más señalado, pues la institución tiene una función rectora de la moral para millones de fieles en todo el mundo. De ahí que el mal ejemplo de sacerdotes, obispos y cardenales sea peor que el de Juan del Pueblo.

Esta situación era de esperarse. Una vez la Iglesia Católica se convirtió en un poder terrenal, en lo económico y en lo político, abonó el terreno para que apareciera y creciera el germen de la avaricia y la corrupción. Mientras más rica se hizo la Iglesia, más importante se volvió el aspecto económico y financiero. Donde hay mucho dinero, la tentación de «adorar al becerro de oro» va a ser muy grande e irresistible para muchos.

Increíblemente, a la Iglesia se le olvidó que «el amor al dinero es la raíz de todos los males».

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