Fe en el braceo
«Ten fe y no nades» solía decir mi padre con una gran sensatez. Algo que le faltó al ministro evangélico que en África trató de caminar sobre el mar... y se ahogó. El hombre alegó haber tenido una revelación divina de que podría caminar sobre el agua, y su fe era tan grande que pensó que no era necesario nadar.
Hay desquiciados que «hacen orilla» por muchas razones. No hay duda, sin embargo, que la creencia absoluta y ciega en la «Palabra de Dios» lleva a resultados como el de este caso, pues se pretende que las leyes naturales van a quedar inoperantes o suspendidas por la fe y la oración. Hay una especie de arrogancia moral en pensar que Dios va a hacer una excepción milagrosa en nuestro caso, sobre todo si se trata de algo que luce como si fuera un acto de circo o de ilusionismo, para impresionar a los demás con «el favor de Dios».
Hay que tener fe, pero hay que bracear...
Hay desquiciados que «hacen orilla» por muchas razones. No hay duda, sin embargo, que la creencia absoluta y ciega en la «Palabra de Dios» lleva a resultados como el de este caso, pues se pretende que las leyes naturales van a quedar inoperantes o suspendidas por la fe y la oración. Hay una especie de arrogancia moral en pensar que Dios va a hacer una excepción milagrosa en nuestro caso, sobre todo si se trata de algo que luce como si fuera un acto de circo o de ilusionismo, para impresionar a los demás con «el favor de Dios».
Hay que tener fe, pero hay que bracear...
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