¡Ave María!

Se ha destapado la ollita podrida del acoso cibernético en las escuelas privadas -- muchas de ellas católicas -- del país.  Con la actitud que le es propia a estos recintos de privilegio económico y social, han recurrido a la negación y el silencio, tácticas que han aprendido de la Santa Madre Iglesia Católica, que ahora sabemos hasta qué punto están dispuestos a llegar. Las escuelas privadas viven del mito de su superioridad en varios renglones, siendo uno de ellos que la chusma no franquea sus portones, y tiene que ir a la escuela pública.

El Estado tiene que investigar este asunto sin miramientos clasistas. Ahora que se habla de igualdad y transparencia en todos los órdenes, no es momento de detenernos ante reclamos solapados de trato preferente para los pudientes. Todos somos hijos de Dios, especialmente los que hacen manifestaciones ostensibles de ello, y debemos responder como corresponde.

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