Hace muchos años, alguien usó el término «chinchal» para referirse a instituciones de dudosa calidad que se establecían en el país para ofrecer servicios educativos a muchos estudiantes cuyo aprovechamiento académico no le permitía optar por las bien establecidas y acreditadas. Con el paso del tiempo, muchos «chinchales» desaparecieron, y otros se transformaron y mejoraron su oferta académica. Hay una vertiente, sin embargo, que aprovecha la insatisfacción con la educación formal en el país y la disponiblidad de fondos federales de Estados Unidos para corregir deficiencias en el aprovechamiento académico. Los cursos para remediar rezagos y carencias en la escolaridad se han convertido en un negocio muy rentable, cuyos resultados están por verse o no son lo esperado. Me parece que el Estado debe ser más riguroso al contratar estos servicios, para asegurarse de que realmente vale la pena invertir tanto dinero en ellos.
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