Una eterna posguerra

Sorprende que todavía en parte de Europa persista una actitud algo fatalista acerca de las condiciones con las que se vive, habida cuenta del gran progreso material en buena parte del mundo. La ola de calor que arropa al continente no tendría las consecuencias — algunas fatales — que se registran año tras año, si se contara con las instalaciones de acondicionadores de aire a lo largo y a lo ancho de países que se precian de ser del primer mundo, pero en este respecto viven como si fueran del cuarto mundo. Sencillamente, no hay excusa para que en 2019 se carezca de o se racione una comodidad que resulta esencial y hasta salvavidas.  Acostumbrados a vivir con cierta incomodidad en la vivienda, los europeos se hallan atrapados en una situación que resulta inconcebible para la modernidad que se vive, incluso en países con menos recursos económicos. El fatalismo con el que se acepta esta situación es incomprensible en esta etapa del progreso humano.

He dicho antes que, lamentablemente, en renglones como éste, Europa vive en una eterna posguerra de carencias e insuficiencias.

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