«Si no me dan de beber...»

La reacción histérica y hostil a cualquier anuncio de una medida para limitar o penar adicionalmente, de alguna forma, el consumo de bebidas alcohólicas en nuestro país es la mejor muestra del grado al que ha llegado entre nosotros el vicio y la mentalidad del consumo desenfrenado. Incluso gente que funge de «orientadora» de la opinión pública se pone del lado de los que quieren vivir en un eterno «baile, botella y baraja».

Habla muy mal del país que se combatan denodadamente medidas que propendan, aunque sea parcialmente, al orden y a la seguridad públicas. Es una hipocresía mayúscula lamentarnos de las muertes por accidentes de tránsito o aquellos otros problemas de orden público en los cuales el alcohol es un elemento precipitante, y a la vez queramos que el país sea un cafetín gigantesco abierto 24 horas al día.

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