Hay que serenarse.

La rabieta de Serena Williams en el U.S. Open es parte de la tradición de malacrianza norteamericana en las canchas de tenis, con antecedentes como Jimmy Connors y, sobre todo, John McEnroe, quien, si le hubieran aplicado sanciones por su mal comportamiento, se hubiera tenido que retirar mucho antes de cuando lo hizo. Lo cierto es que hay una arrogancia muy americana también en el deporte - véase a Tiger Woods las pocas veces que no gana - que los lleva a la furia, cuando no se cumple su «destino manifiesto» de triunfar en todo y siempre.

En el caso de las hermanas Williams, al principio demostraron además ser extremadamente antipáticas con la prensa y el público, negándose a conceder entrevistas o siendo muy parcas en lo que decían. Luego, se humanizaron un poco, y la gente las aceptó, por sus triunfos.

Por último, dicen que los esteroides anabólicos ponen de mal humor. Yo le haría un examen hormonal a Serena, porque ese cuerpo de muellero no puede ser producto del ejercicio nada más.

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