Menos mal...
La noticia de la «exoneración» de los cerdos de la epidemia de la mal llamada fiebre porcina me ha quitado un gran peso de encima. La vida vale muy poco sin una chuletita o un pernilito, de vez en cuando. Siempre he estado convencido de que, si los judíos y los palestinos comieran carne de cerdo con regularidad, serían seres más felices, y hubieran dejado esa riña ancestral hace siglos. Pero, sobre todo los hebreos, insisten en comer eso que sabe a cartón corrugado y, por ende, andan molestos con el Universo.
¡Pongan el lechoncito en la vara!
¡Pongan el lechoncito en la vara!
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