Menos mal...

La noticia de la «exoneración» de los cerdos de la epidemia de la mal llamada fiebre porcina me ha quitado un gran peso de encima. La vida vale muy poco sin una chuletita o un pernilito, de vez en cuando. Siempre he estado convencido de que, si los judíos y los palestinos comieran carne de cerdo con regularidad, serían seres más felices, y hubieran dejado esa riña ancestral hace siglos. Pero, sobre todo los hebreos, insisten en comer eso que sabe a cartón corrugado y, por ende, andan molestos con el Universo.

¡Pongan el lechoncito en la vara!

Comentarios

Jaime Riera Seivane ha dicho que…
Coincido contigo, el lechón, el jamón, los embutidos y todas esas cosas maravillosas no son culpables de las dolencias del presente. Ahora, las salchichas Kosher me fascinan, aun así, admito que un buen jamóncito de pata negra, un chorizito o todos los derivados del cerdo son una cosa deliciosa; un manjar de los dioses.
Jaime Riera Seivane ha dicho que…
Corrijo, jamoncito sin acento. Se me pasó esa y otras por pensar con el estómago.

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