"I [don't] want to be in America."

En camino a Escocia e Irlanda, me detuve en Nueva York brevemente para ver la reposición actual de West Side Story en Broadway. Mi única referencia era la versión fílmica de 1961, pues para la puesta en escena original no tenía edad ni posibilidades económicas de verla. Esta vez me picaba la curiosidad, ya que se anunciaba que se hablaba más español, así que quise verla.

El drama musical se sostiene sobre la base del baile, las canciones y la música, tan bellas y excitantes como el primer día. No deja de incomodar - todavía al cabo de más de medio siglo - el prejuicio y los insultos a nuestra gente, aunque nos lo aderecen con la música de Leonard Bernstein y la coreografía de Jerome Robbins.

Me sorprendió el hecho de que no solamente se hable más en español, sino que dos de las canciones se canten en nuestra lengua. Algo hemos avanzado.

El personaje de «Anita» sigue siendo el de mayor lucimiento. Pero, contrario a ella, "I don't want to be in America."

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