¡Permita Dios que quiebren!

Como era de esperar, algunos en el sector privado han buscado lucrarse indebidamente de la crisis sanitaria que se vive.  El afán de lucro que es santo y seña de comerciantes, industriales y «otras yerbas» los lleva a aprovechar este río revuelto para agenciarse el máximo posible de ganancia. Entonces, no vale Constitución, ley, reglamento u orden ejecutiva; no hay conciencia ni moral de por medio. Lo único que importa es lo que siempre importa: vender al mayor precio posible en cualquier situación, aun en la de una pandemia en la que nos va la vida.

Y esta es la gente que vive pidiendo ayudas, beneficios e incentivos de todas clases para sus empresas y negocios.

¡Permita Dios que quiebren!

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