La muerte de los trenes

Los alemanes siempre han tenido fama de ser muy eficientes y organizados… hasta para llevar a cabo un genocidio. Lo que vi hace poco en Dachau -- primer campo de exterminio nazi y modelo para todos los otros -- así lo confirma. Pero, ha llovido mucho desde ese 1945 del fin del Reich de los mil años devenidos en doce. Ya ni los trenes -- ahora con propósitos inofensivos -- funcionan como debieran.

En nuestro viaje reciente a Alemania, quisimos trasladarnos de Frankfurt a Munich en primera clase por tren.  Nos tocaba el vagón 28, que nunca apareció, y no tardamos en darnos cuenta de que el tren estaba sobrevendido. La solución de la empresa -- nunca comunicada en otro idioma -- fue ofrecer un vale de 30 euros y la posibilidad de tomar otro tren 40 minutos después. Pero, un joven alemán que compartía nuestra suerte y ya estaba acomodado en el suelo nos dijo en inglés que esto era un suceso frecuente, y que tampoco era seguro lo del segundo tren.

Fue así como permanecimos en el tren e hicimos la primera hora y media del trayecto de casi cuatro horas de pie.  La gente que se subía al tren en otras estaciones lo hacía sin demostrar sorpresa o enojo, lo cual confirmaba lo dicho por el joven. Finalmente, nos pudimos sentar.

Cuando días después viajamos de Munich a Regensburg con nuestros amigos Eddie e Ileana, lo hicimos en un trencito estrechito e incómodo, sobre todo para quien lo hace con maletas y otro equipaje.

Hasta ahí la mítica eficiencia alemana.

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