Dios quiera...

El desideratum de «amar al prójimo como a ti mismo» - de suyo, siempre muy cuesta arriba - ha tenido estos días una prueba extremadamente fuerte para todo el mundo. Confieso que me cuento entre los que han fallado. Este mortal, fallido como es, no ha podido sustraerse a la tentación de pensar que quizá el Destino ha venido al rescate de una humanidad sometida a un flagelo que cada día se hace más insoportable.

Yo no sería un ser humano, si no me sintiera así, y creo que ese sentimiento se registra en todo el globo terráqueo. Han sido cuatro años de pesadilla, y la mera posibilidad de que haya que soportar cuatro años adicionales es demasiado para los espíritus encarnados que habitamos este planeta.

Así que rogamos que Dios nos saque de pena y nos deje descansar.

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