Cojones contra cojones

Como Estados Unidos, por sus cojones, le impone a sus ciudadanos y, lo que es peor, a los del resto del mundo castigos y restricciones de todo tipo para hacer valer sus disgustos con tal o cual país, hay que tener los cojones para retar al Imperio de todas las formas posibles. El país que se jacta de ser el más libre de la Historia recurre con demasiada frecuencia a la falta de ella para adelantar su agenda imperialista, imponiendo su voluntad en todo el orbe. Entre amenazas de sanciones económicas y confiscaciones de bienes basadas en una extraterritorialidad muy acomodaticia y de dudosa legalidad internacional los americanos pretenden regir el mundo arbitraria y caprichosamente.

Si Estados Unidos no quiere tener relaciones con un país, ese es su derecho y se le respeta. Lo que no es admisible es que utilice su gran poder económico y militar para obligar a otras naciones a que se le unan en su disgusto. No hay ser humano sobre la faz de la tierra que no resienta este abuso de poder. De ahí parte del antiamericanismo del que se quejan los yanquis.

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