Una desgracia mayor que la pandemia
En momentos tan críticos como los actuales de la pandemia, los países necesitan la mayor libertad posible para procurar su salud y bienestar, buscando soluciones dondequiera que se hallen, sin cortapisas o limitaciones de orden ideológico o político. Así lo hacen las naciones en todas partes del mundo, comprando vacunas en todos los mercados en una situación que no admite aplazamiento o espera injustificada.
Excepto en Puerto Rico. Aquí, como siempre, estamos al arbitrio de lo que Estados Unidos disponga. La vacuna que está disponible es la que ellos nos envíen, cuándo, cómo y cuánta. Si se tardan, nos cruzamos de brazos en la eterna espera de lo que nuestros amos decidan, resignados a un destino que vemos como inexorable. Es el fatalismo del colonizado hasta el tuétano de los huesos.
Y esa es mayor desgracia que esta o cualquier otra pandemia.
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