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¡Respeta la Historia!

Me parece de dudosa honradez intelectual y pésimo gusto la campaña publicitaria de una aseguradora de salud que altera fotos viejas de manifestaciones pacifistas y a favor de los derechos civiles en Estados Unidos para que aparezcan pancartas en las que se lee: «Respeta mis recetas». Se trata de una burda manipulación de acontecimientos históricos, con un propósito comercial. Es tergiversar sucesos que tuvieron una razón de ser idealista y noble, devaluándolos al nivel de un mero anuncio con fines de lucro. En fin, es una mala idea de una agencia de publicidad, avalada por una equivocada decisión corporativa que no ha tomado en cuenta que con ello pone en entredicho la seriedad de su empresa.

Cosa de bobos

Comprendo que las agencias de publicidad y los relacionistas públicos se tienen que ganar la vida, pero algunas de estas campañas de servicio público son bobadas...carísimas. Ahora el Departamento de la Famila se gasta el poco dinero que tiene en una campaña contra el maltrato infantil a página completa de periódico --más o menos $5,000 por tirada -- con el lema «Solo lloraba: tenía hambre» y un bobo o chupete roto, simbólico de la frecuente inconsciencia de quienes maltratan a un bebé porque no soportan su llanto. Dudo mucho de la eficacia de la campaña. Los desalmados que lastiman a sus criaturas no leen el periódico, y si lo leen, no van a hacer caso de algo así. Yo no gastaría los escasos fondos públicos en una gestión inútil como ésta. Estoy seguro de que en el DF hay cosas más provechosas que se pueden hacer con ese dinero.

Explicaciones que embarran

La cagada de Estados Unidos con este asunto del espionaje al resto del mundo entra ahora en la consabida fase de «el Presidente no lo sabía», en un intento de lavarle la cara a Obama. Pero, es demasiada pretensión que creamos que él estaba ajeno a una operación de esta naturaleza y alcance. Si bien en Estados Unidos siempre ha habido lo que se ha llamado «el gobierno permanente», integrado por  las agencias de seguridad y las fuerzas armadas, resulta inverosímil que se hayan disparado la maroma de espiar a jefes de estado del resto del planeta, sin el aval de su Comandante en Jefe. Si fuera cierto, sería admitir que Obama es una figura decorativa que no manda en su propia casa, en cuyo caso los otros gobernantes no tienen por qué confiar en él. Comoquiera que se trate de explicar lo ocurrido, los americanos quedan mal ante la comunidad internacional, y el daño a su imagen es irreparable. Jugaron con fuego y se quemaron.

Se acaba la dependencia

La independencia nos está llegando a plazos, de momento incómodos para nuestros municipios, pero inexorables, por la quiebra del imperio. Los alcaldes ya hacen de tripas corazón. Ahora hay que gobernar responsablemente, sin estar pendientes de las dádivas de Washington para gastar a manos llenas. Se hará lo que se pueda con lo que se tenga, y todos tendremos que ajustar nuestras aspiraciones económicas a la realidad del país. Así, iremos descubriendo que podemos hacer más que lo que hemos pensado siempre. El mundo no se acaba con la retirada de las subvenciones de Estados Unidos. Para nosotros, debe ser el comienzo de una vida más digna, de «ayuda mutua y esfuerzo propio» a todo lo ancho y largo del país. Sentiremos la satisfacción de que lo que logremos -- mucho o poco -- no se lo deberemos a otros, sino a nosotros mismos. Terminada la dependencia psicológica de la metrópoli, nos pondremos de pie para reclamar el derecho a seguir construyendo una Patria libre.

Una soberanista «sui generis»

Leo que la Alcaldesa de San Juan -- «soberanista» declarada -- ha sido oradora en la Convención del Partido Demócrata en Florida, USA.  Pues, con soberanistas así, la colonia está segura. La pobre mujer, que no se pierde un bautizo de muñeca, no ha podido resistir la tentación de figurar en una comparsa que le debería resultar ajena. Evidentemente, su afán de protagonismo es más fuerte que sus convicciones ideológicas. Lo único que la salva es haber aprovechado sus «quince minutos de fama» para hacer un reclamo por la excarcelación de Oscar López Rivera, preso político del imperio. Por lo demás, Carmen Yulín sigue dando tumbos en todos los órdenes. No en balde ya la gente ha comenzado a abuchearla, como ocurrió en el reciente concierto de Wilkins. Me uno con una «trompetilla».

Picas se extienden

Aquí, donde el gobierno central pretende resolver la crónica falta de fondos estimulando los juegos de azar, ahora los municipios quieren imitar esa mala costumbre, aumentando los «días de carreras» en las picas de las fiestas patronales a otras festividades pueblerinas. Conociendo la idiosincrasia de pueblo magistralmente resumida hace siglos con la frase «baile, botella y baraja», los alcaldes quieren aumentar ese tercer elemento, que ya de los primeros dos tenemos bastante. Es lamentable que se recurra a los juegos de azar para aumentar los recaudos municpales, en un país cuya descomposición social es manifiesta. Ya tenemos demasiados, amén de los clandestinos, como para añadir ocasiones de enviciarse con ellos.  El Estado no debe propiciar conductas que muy fácilmente pueden desembocar en malos hábitos, perjudiciales a la economía personal y familiar por un proceder descontrolado.

Empleos «a las malas»

Según pasan los días, aumenta la desesperación del gobierno, ante la evidente realidad de que la promesa descabellada de crear 50,000 empleos en los primeros 18 meses del cuatrienio no se va cumplir. Por lo tanto, continúa pautando anuncios costosos a media página o página completa de periódico sobre los incentivos a los patronos para que creen puestos de trabajo. Luego de nueve meses, el «parto» no ha sido feliz. No parece que en los próximos nueve lo sea. La estrategia de crear empleos a billetazos gubernamentales, casi comprándolos a los patronos, es un fracaso. Hay que estimular la economía para que crezca de manera natural. Por más incentivos que se otrorguen, nadie va a crear un empleo que no necesite porque su volumen de negocio no lo justifique. Si lo hace, será por el tiempo que dure el beneficio. Luego vendrá la cesantía o despido. No se puede gobernar por capricho, estableciendo metas irreales, con fines puramente electoralistas.